En Israel cada piedra esconde una historia.
Encrucijada de caminos y escenario de crueles guerras durante siglos, la prometida
tierra bíblica sorprende al viajero por su extrema complejidad. Para disfrutar
del país es necesario vaciar la mente de prejuicios y dejarse cautivar por su insólito
paisaje mediterráneo y desértico, su cultura hecha de muchas culturas y su gente
de procedencias diversas. Situado en una de las zonas más conflictivas del
mundo, Israel deslumbra por la belleza de sus ruinas milenarias y maravilla por
su capacidad de resistencia como pueblo y por el delicado equilibrio que
mantiene entre modernidad y antigüedad.
Hablar de Israel es hablar, irremediablemente, de Jerusalén. Ciudad tres veces santa, venerada por millones de personas de todo el mundo y disputada durante siglos por judíos, cristianos y musulmanes, su visita es una dura prueba para el forastero porque el peso de la religión es abrumador. En la ciudad antigua, amurallada y rodeada de barrios residenciales que se extienden por el desierto hasta el horizonte, se mezclan la magia y la tragedia. La delicada convivencia entre las tres religiones monoteístas de occidente puede saltar por los aires en cualquier momento: basta mover una piedra para que salten chispas y se declare un incendio de impredecibles consecuencias.
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Cualquier rincón es bueno para leer libros sagrados/C.P. |
La
espiritualidad se respira en el ambiente y hay que dejarse llevar por ella a
pesar de la presencia constante de militares con las ametralladoras al hombro.
En un escenario relativamente pequeño los monumentos de visita obligada se
amontonan y la paciencia es requisito indispensable para combatir el fanatismo
religioso y la obsesión por la seguridad. Para contemplar el Muro de las
Lamentaciones hay que pasar un estricto control de acceso, para llegar hasta la
Cúpula de la Roca hay que hacer colas interminables y para visitar el Santo Sepulcro
nada mejor que una buena dosis de humor para soportar las aglomeraciones y el
escándalo que producen las misas celebradas a la vez en un espacio claustrofóbico
saturado de olor a axila, incienso y cera.
Caminar por el zoco es como hacer un viaje en el tiempo. Las tiendas de recuerdos, mayoritariamente en manos de árabes israelíes, nos acompañan durante el recorrido por los lugares santos y en cualquier esquina nos puede sorprender un grupo de cristianos recorriendo la versión moderna del Vía Crucis de Jesús con una gran cruz a cuestas que se van turnando con un gran fervor. Jerusalén da nombre también a un síndrome caracterizado por los delirios y los brotes psicóticos. El síndrome de Jerusalén, diagnosticado por primera vez por el médico israelí Yair Bar durante los años ochenta, es más frecuente en cristianos protestantes y se caracteriza por la identificación completa con un personaje bíblico. Moisés, David, Jesús y San Juan Bautista son los preferidos y no es nada extraño encontrarse en la calle con un extranjero vestido con túnica de nazareno y hablando solo.
Caminar por el zoco es como hacer un viaje en el tiempo. Las tiendas de recuerdos, mayoritariamente en manos de árabes israelíes, nos acompañan durante el recorrido por los lugares santos y en cualquier esquina nos puede sorprender un grupo de cristianos recorriendo la versión moderna del Vía Crucis de Jesús con una gran cruz a cuestas que se van turnando con un gran fervor. Jerusalén da nombre también a un síndrome caracterizado por los delirios y los brotes psicóticos. El síndrome de Jerusalén, diagnosticado por primera vez por el médico israelí Yair Bar durante los años ochenta, es más frecuente en cristianos protestantes y se caracteriza por la identificación completa con un personaje bíblico. Moisés, David, Jesús y San Juan Bautista son los preferidos y no es nada extraño encontrarse en la calle con un extranjero vestido con túnica de nazareno y hablando solo.
Para
liberarse del sofocante peso de la religión y de la historia, nada mejor que
visitar la moderna y cosmopolita Tel Aviv. Los pocos kilómetros que la separan
de Jerusalén son un mundo. Bañada por el Mediterráneo y con una larga playa
bordeada de cafés, bares y tiendas, la joven ciudad cautiva por su intensa
actividad comercial y cultural. Sus amplias avenidas salpicadas de bellos
edificios de estilo moderno y art déco
invitan a salir sin miedo y a caminar sin rumbo fijo. Lo más probable es que
nuestros pasos nos lleven hasta Jaffa y su bello puerto. La antigua ciudad
árabe es actualmente el barrio bohemio de Tel Aviv y su casco viejo ha renacido
de las cenizas de las sangrientas guerras entre judíos y árabes como importante
centro artístico, cultural y gastronómico.
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En Yardenit, el bautizo en el río Jordán es un gran negocio/C.P. |
En Israel, la religión se ha convertido en un
lucrativo negocio. En la cristiana y musulmana Nazaret, la empinada calle
principal del casco antiguo que transcurre desde la plaza donde aparcan los
autocares de turistas hasta la desconcertante iglesia de la Anunciación situada
en la cima está salpicada de tiendas donde se comercia y regatea en decenas de
idiomas con reliquias, crucifijos, agua bendita y estatuas de la Virgen María.
Lo mismo ocurre en Yardenit, población situada a los pies del mítico río
Jordán, cerca del Mar de Galilea o lago Tiberiades, dónde miles de peregrinos
acuden cada año a bautizarse en el mismo lugar que cuenta la Biblia que lo hizo
Jesús sin importarles ni el agua contaminada ni el desorbitante precio que
tienen que pagar por el alquiler de las toallas.
Ya en
territorio palestino, visitar Belén es también una prueba de fe y de paciencia,
sobre todo para sortear los estrictos controles militares situados en el feo
muro de hormigón que separa Israel de Palestina y que recuerdan que la línea
que separa víctimas de verdugos puede ser muy fina. La ciudad bíblica donde
pasó su infancia el rey David de los judíos es hoy un importante centro de
peregrinación cristiano para visitar la gruta de la iglesia de la Natividad
donde se asegura que nació Jesús. Las colas para bajar a la gruta ocupan toda
la nave central y los guías locales se inventan mil y una tretas para acortar
el tiempo del tour cultural y alargar
la visita a la tienda de recuerdos de la familia.
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El rey David, símbolo del valor del pueblo judío/C.P. |
Para los amantes del desierto, nada mejor que
visitar las imponentes ruinas arqueológicas de Masada, en otro tiempo fortaleza
judía inexpugnable construida por Herodes y hoy símbolo del orgullo de un
pueblo que sigue vivo a pesar de siglos de persecución. Masada se yergue sobre
el Mar Muerto, un insólito mar interior de agua salada donde bucear es
imposible. Tanto Israel como Jordania han sabido explotar sus teóricas
propiedades terapéuticas construyendo en sus orillas balnearios y
comercializando sus sales y otros productos de belleza. Sin embargo, la gallina
de los huevos de oro podría acabarse: la reducción del caudal del río Jordán por
la sobreexplotación agrícola está desecando esta maravilla de la naturaleza y
el proyecto japonés de renovar sus aguas con un canal que lo conecte al Mar
Rojo sigue guardado en un cajón. Israel, como su paisaje y su gente, es un
pequeño milagro entre el desierto y el mar.
El reportaje sobre Israel se publicó en el Diario de viajes de eldiario.es del mes de diciembre.
El reportaje sobre Israel se publicó en el Diario de viajes de eldiario.es del mes de diciembre.