viernes, 16 de agosto de 2013

Cabrales con membrillo y bollu preñau

Surtido de quesos asturianos
Pretender regresar de unas vacaciones en Asturias sin algún kilo de más es imposible. La fama de que en el norte de España se come y se bebe como Dios no es en vano y en el caso asturiano llega a límites increíbles para un paladar tentado contínuamente.

Querer almorzar o cenar ligero resulta un fracaso desde el primer hasta el último día porque las raciones son inmensas y todos los platos se acompañan de un pan buenísimo. Así que lo más recomendable es pedir medias raciones como hice yo aunque aviso que los precios no se reducen a la mitad. Otra opción es compartir pero me sorprendió descubrir que hay muchos restaurantes que no lo permiten y lo dicen bien claro en sus cartas.

El Cabrales, cuánto más feo más bueno
Lo más típico al principio es pedir unas tablas de quesos o embutidos, luego ya vendrán las ensaladas y la plancha para intentar compensar tanta grasa. Me centraré en los quesos porque me encantan y porque muy pocos saben que Asturias es el paraíso de los queseros, muy por encima de Francia.

Los asturianos se jactan de tener más de cuarenta tipos de quesos diferentes y un montón de recetas para cocinarlos. Los más típicos son los ahumados y los conocidos como Afuega'l pitu en versión natural y con pimentón, pero el rey de reyes es el Cabrales. Este queso de aspecto y olor desagradables es un queso azul originario del concejo de Cabrales en pleno Picos de Europa.

Hasta hace unos años el Cabrales se comía con pan pero ahora los restaurantes han ampliado la oferta y lo ofrecen con taquitos de membrillo o con dulce de manzana. Y la combinación es deliciosa. También lo sirven como salsa para la carne rebozada y asada, el pescado y las setas.


El bollu preñau en versión minimalista
Pero no sólo de quesos vive el asturiano. La fama de sus pastas dulces y de sus empanadas rellenas de queso, de atún y de carne también son legendarias, aunque yo sólo me atreví con el dulce. Las enormes rosquillas fritas están deliciosas y las casadielles, una pasta de hojaldre rellena de nueces y avellanas, me resultaron demasiado empalagosas.

Para merendar también se come el bollu preñau: un bocadillo relleno de trocitos de chorizo frito cuya grasa va impregnando por dentro el pan y que se ha ido reduciendo de tamaño a medida que la cocina asturiana se ha ido refinando.


Irse de Asturias sin comerse una buena fabada es un delito, así que yo lo hice dos veces: una en Llanes y otra en Llastres, los dos pueblos situados en la costa oriental asturiana. La fabada es un plato muy contundente cuyos ingredientes principales son la panceta de cerdo, el chorizo y la morcilla y, por supuesto, las fabes.

Todos los restaurantes la ofrecen en sus menús aunque sea un plato más de frío que de verano, pero hay que ir con cuidado porque para obtener más margen de beneficio se están substituyendo las fabas autóctonas  -enormes, blancas y muy sabrosas- por unas mucho más baratas importadas de Perú pero más duras y sin ningún sabor.

Naturalmente, si preguntas que tipo de fabes lleva tu fabada todos te responderán que asturiana aunque el guiso no sepa a nada.



Perola de fabada asturiana







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