miércoles, 17 de julio de 2013

En Japón el raro eres tú (V): cuatro horas para servir un té

El ritual del té/Cristina Palomar

La sociedad japonesa es como una vieja geisha. Si rascas la pintura de la modernidad de su rostro, descubrirás lo que esconde su verdadera cara: una mentalidad muy conservadora y tremendamente orgullosa de sus tradiciones. Y un cierto tufillo a racismo, también.

Entre las muchas aficiones que los japoneses se toman casi como un deber porque son una seña de su identidad nipona y su bravura samurai venida a menos destacan la caligrafía y la ceremonia del té.

La cerámica es muy bella/Cristina Palomar
Uno de los días que estuve en Tokio visité una escuela dónde enseñan a servir el té, un arte milenario que puede acabar desquiciando al turista impaciente porque la ceremonia completa dura cuatro horas y porque acabé con las piernas destrozadas de estar tanto rato sentada sobre ellas. Como casi todo en la vida de los japoneses, tomar el té también es un ritual que está íntimamente ligado a la belleza y a la naturaleza

Todos los gestos están estudiadísimos, desde doblar el pañuelo para limpiar los utensilios hasta la postura y los gestos que hace quién te sirve el té. La mentalidad japonesa no concede ni un segundo a la improvisación y como ejemplo de su perfeccionismo germánico oriental destaco el hecho de que los alumnos pueden tardar hasta seis meses en aprender a doblar correctamente el dichoso paño.

No hay improvisación/Cristina Palomar
Con el trapito en cuestión se limpia todo el ajuar del té, desde las cucharillas de madera (diferentes según la estación del año) hasta la cerámica utilizada. El té en polvo se guarda como si fuera un tesoro en unos tarros lacados con bellos dibujos. Todos los trastos se guardan en una caja de gran valor. Y es que en el fondo, si un japonés te invita a participar en una ceremonia del té en su casa (cosa excepcional, sobre todo si no te conoce de nada), lo que busca en realidad es exhibirse.

Digamos que es la manera sibilina de demostrarte su estatus social y económico sin decirte cuántos millones de yenes tiene en un paraíso fiscal. Cuánto más ceremonioso sea el espectáculo y mas valiosos los utensilios utilizados para el té, más riqueza. Es como mostrar un poco los tesoros de la familia.

En un gesto de respeto y consideración, fue la directora de la escuela la que nos hizo la demostración de la ceremonia y como nadie se atrevía a compartir el té con ella, al final acabé sentándome yo en el tatami e imitando todos su movimientos con mi torpeza habitual.

Estuve a punto de romper la taza varias veces y para doblar el pañuelo utilicé la técnica que me enseño mi abuela, que evidentemente no era japonesa. Tenía las piernas y los pies tan doloridos que aunque el té estaba hirviendo, me lo bebí de un trago para disgusto de la anfitriona. Naturalmente, suspendí el examen y salí de la escuela con la lengua escaldada.

La profe y sus ayudantes con la alumna suspendida/Cristina Palomar
Japón: las razones de mi viaje.


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